miércoles, 30 de abril de 2008
Cuando los demás no están
-Demasiado trabajo- venía pensando al entrar al edificio -por suerte, esa picadita en el último rato hace las veces de cena-.
Hoy si que es bastante tarde, supongo que los demás estarán todos durmiendo.
Pongo música y sacándome con apuro la ropa me dirijo al baño, con pasos suaves, no quiero despertarlos y pronto a la cama... necesito dormir... sé que mañana no trabajo, pero mi cansancio es enorme.
Enseguida dejo el libro sobre la mesa de luz y oscurezco la habitación.
Vueltas y más vueltas de mi cuerpo parecen no encontrar el descanso, pienso en ellos.
Y por tercera vez lo mismo: me levanto, voy al baño para mirar la hora sin molestar a los demás.
-¿Qué demás? me preguntaré mañana o tal vez en un rato.
Hace tiempo que en casa ya no están los demás... pero fue tanto tiempo que todavía creo sentirlos...
Con un trago en la mano y los cigarrillos en la otra voy hacia el escritorio (aunque no me guste llamar así al rinconcito que había armado en aquellos tiempos en que tenía que resguardarme del barullo tormentoso de los demás y que mantengo por una de esas lindas costumbres arraigadas ya)
Revolví un poco con la mirada viejos escritos.
Tomé la lapicera y una nueva hoja que prolijamente incliné hasta dejarla en diagonal al borde de la mesa y exactamente paralela a mi antebrazo. Apoyé la pluma. Sonreí. Dejé la lapicera sobre la hoja y encendí un cigarrillo; notando que era el último recordé que no podría pedirle otro a los demás... de todos modos la sonrisa en mis labios volvió a brotar, para cuando ellos se fueron ya no quería soportarlos más.
Con pasos fuertes, con pisadas ruidosas, tiranas, que sonaban como jactándose de la soledad y del placer de saber que ellos ya no estaban me dirigí nuevamente a la cocina con intenciones de llenar mi copa. Hormigas. Desordenadas. Sobre senderos zigzagueantes. Torpes. Distraídas. Perdidas... tejí en mi mente una pequeña historia acerca de ellas, tan raras, hasta titubeaban frente al precipicio del borde de la mesada.
Volví cantando alto hacia el escritorio -aunque reniegue al llamarlo así- y me senté nuevamente frente al papel ansioso de ser tocado por su amante, la pluma. Amante que algunas noches acaricia con frenetismo todo su cuerpo y otras sólo se dedica a mirarlo; que detiene su respiración cuando escribe "beso", que lo provoca escribiendo "miradas", que lo siente excitado cuando espera que le escriba "orgasmo".
Noté cómo se deseaban y sin embargo el papel continuaba prolijamente acomodado sobre la mesa y la pluma firme pero inmóvil en mi mano.
Suspiré. Me costaba aceptarlo hasta anoche... pero ellos no están y es difícil desparramar palabras y jugar con ellas.
Durante mucho tiempo ellos fueron mi inspiración, mis escritos me ayudaban a aceptarlos, a cambiarlos, pero ya no convivo con el miedo, tampoco está en casa la ansiedad, ni siquiera los nervios y el mal trato se fue con ellos.
Seguramente escribiré esta noche acerca de las hormigas perdidas en mi cocina.
Sonreí, con paz.
lunes, 21 de abril de 2008
Noches y noches
Hay noches azules que adoro, en las que leo, vuelo, me relajo, me duermo sonriente y, entre música, sueño mis sueños...
Hay otras que pesan, en las que el mundo entero parece pesar, doler, que antes de que empiecen deseo que terminen, en las que la oscuridad me abruma, la almohada me lastima, en las que me ahogo, me desarmo hasta soltar lágrimas que no quiero ver, me caigo, la esperanza se esconde entre las sábanas, me siento débil... temo, tiemblo y sólo me duermo... y no siempre...
Por suerte mis mañanas están siempre cubiertas por un sol de ganas, con sonrisas de rocío, con enormes vientos de fortaleza.
Hoy es una de esas noches... del grupo de las otras... sólo espero ver mi sol mañana en el espejo cuando me levante...
Hay otras que pesan, en las que el mundo entero parece pesar, doler, que antes de que empiecen deseo que terminen, en las que la oscuridad me abruma, la almohada me lastima, en las que me ahogo, me desarmo hasta soltar lágrimas que no quiero ver, me caigo, la esperanza se esconde entre las sábanas, me siento débil... temo, tiemblo y sólo me duermo... y no siempre...
Por suerte mis mañanas están siempre cubiertas por un sol de ganas, con sonrisas de rocío, con enormes vientos de fortaleza.
Hoy es una de esas noches... del grupo de las otras... sólo espero ver mi sol mañana en el espejo cuando me levante...
lunes, 14 de abril de 2008
Ya era tarde.
Gritaste. Golpeaste con furia un viejo portón de madera marrón. Te fuiste enojado. Te fuiste corriendo.
Yo, que había bebido más licor que el de costumbre, poco podía entender tu reacción. Más de una vez tu ira sacudió de esa forma tus pies... y siempre te pensé queriendo escapar del momento, de tu vida, de tu cuerpo al menos.
Seguí caminando en dirección a vos, como siempre, esperando encontrarte en alguna esquina, llorando, balbuceando palabras mezcladas, intentando una disculpa, un abrazo. Aunque poco parecía importar ese momento en el siguiente episodio de insultos que avergonzarían a tantos...
Una cuadra y media hice por Defensa en dirección al parque Lezama, una cuadra y media y las voces al pasar hacían un eco raro en mi cabeza, una cuadra y media y el empedrado se alejaba sin dar ni pedir explicaciones.
Casi llegando a Cochabamba, caminaba por el medio de la calle, aprovechando que estaba cortada por las reparaciones de una cornisa en la esquina que pasé -hace tanto ya...- y te vi venir, si, juro que te vi. Pero mi cuerpo sólo segía indicaciones sencillas.
Tus ojos apuntando a los míos, encandilándome.
Brillantes, como nunca.
Venías a gran velocidad.
En dirección directa a mi.
Apuntándome.
Me asustaste.
Te grité...
Ya era tarde, por todo tu enojo.
Ya era tarde, por todo mi alcohol.
Ya era tarde, por toda tu ira.
Ya era tarde, por toda mi tolerancia.
Ya era tarde...
Yo, que había bebido más licor que el de costumbre, poco podía entender tu reacción. Más de una vez tu ira sacudió de esa forma tus pies... y siempre te pensé queriendo escapar del momento, de tu vida, de tu cuerpo al menos.
Seguí caminando en dirección a vos, como siempre, esperando encontrarte en alguna esquina, llorando, balbuceando palabras mezcladas, intentando una disculpa, un abrazo. Aunque poco parecía importar ese momento en el siguiente episodio de insultos que avergonzarían a tantos...
Una cuadra y media hice por Defensa en dirección al parque Lezama, una cuadra y media y las voces al pasar hacían un eco raro en mi cabeza, una cuadra y media y el empedrado se alejaba sin dar ni pedir explicaciones.
Casi llegando a Cochabamba, caminaba por el medio de la calle, aprovechando que estaba cortada por las reparaciones de una cornisa en la esquina que pasé -hace tanto ya...- y te vi venir, si, juro que te vi. Pero mi cuerpo sólo segía indicaciones sencillas.
Tus ojos apuntando a los míos, encandilándome.
Brillantes, como nunca.
Venías a gran velocidad.
En dirección directa a mi.
Apuntándome.
Me asustaste.
Te grité...
Ya era tarde, por todo tu enojo.
Ya era tarde, por todo mi alcohol.
Ya era tarde, por toda tu ira.
Ya era tarde, por toda mi tolerancia.
Ya era tarde...
jueves, 7 de febrero de 2008
Encuentro Paz
Vuelvo a traspasar la puerta, a cruzar ese puente, a escabullirme por una ventana, a acomodar mis pasos al ritmo de la armónica del flaco que camina metros más adelante, a esperar que pasen las palomas cruzando el sendero y así poder seguir sin asustarlas; salgo (entro), dejo a un lado la realidad, el entorno. Vuelo. Me sumerjo en una brisa suave que me deja flotar entre sus acordes, que me abraza, que se deja tocar, que enamora, despierta todos mis sentidos...
¿Escaparse? ¿Perderse? Lo siento encuentro. Lo vivo encuentro.
Encuentro buscado, imperceptible, lógico, provocado; encuentro necesario, profundo, tranquilizante; encuentro casual, mágico, agradable; encuentro desconcertante, sorprendente, inquietante...
Encuentro conmigo, esta vez.
Encuentro del alma, tal vez.
Encuentro paz.
martes, 5 de febrero de 2008
CAMINOS ESCONDIDOS, CAMINOS ENCONTRADOS
Congreso, frente a la plaza, día de semana, media mañana; mi boca saborea un cortado, mis dedos juegan con un cigarrillo; gente con el apuro en el entrecejo fruncido, ruido, mucho ruido que por momentos ocupa todo el espacio, tierra gris, asfalto, que espera lluvia, todos la esperan, algunos la deseamos; sin dudas, no hubiera elegido este lugar para disfrutar de un cafecito, pero mi cuerpo con su sueño más lejos no llegaba… Siento que, lejos de despabilarme, este sitio comienza a inquietarme y entre el ruido de bocinas y motores, que parecen competir por acaparar oyentes y detrás de ese humo oscuro… me sorprende un camino. Camino al que no le veo el final, se pierde en el tiempo, parece continuar en la eternidad,... en donde se suceden días y noches, lluvias y soles -en los días- y lunas y azules negros –en las noches-; un camino con la calidez de la tierra, tierra madre, tierra en sombra, rodeado de verde por el agua del río que lo acompaña. Un camino que quiero sentir con mis pies descalzos, para poder sentirlo plenamente, si, porque no quiero pisarlo, quiero sentirlo con mis pies para dejar que me invada, sentirme parte de él, de ese todo. Me invade y me gusta –sentirlo y que me invada-. Me invade bien, como la buena música y me hace crecer, creer, un poco asi lo deciso y me llena de ganas, y no me ahoga. Un camino que sigue y sigue hasta fusionarse con el horizonte, parece llegar al cielo, cielo azul, por supuesto, hasta los cielos de tormenta son azules… azul tormenta. Desde que apareció entre las desconcertas palomas…no hay grises; lo veo allí, como si siempre hubiera estado, bajo un cielo de día y de noche; día con el calor del sol, noche con la luz de la luna con tu mirada... y estrellas, estrellas de día y de noche también, estrellas que bailan y parecen cantarme con su brillo… Aroma de jazmines –cuando no, jazmines-... Un camino que al tocarlo me enciende, al mirarlo sueño, despierta y dormida, con sabor único, delicioso a mi gusto... como el de tu piel. Camino que transporta mi mente y mi corazón hacia una libertad inmensa... Es maravilloso... mi alma quiere ese camino, mi alma se siente viva en ese camino... canta, desparramando por el aire la euforia de sentirlo… aunque no le halla explicación concreta… ¿Debería?
¿Miedos? ¿Quién no los tiene? Pero… ¿para qué sirven? O… ¿de qué me serviría transitar con miedos este camino? Tal vez ¿evitaría algún error, algún tropiezo, algún dolor?… pero, estoy segura de que, no tan grande como el que generaría esa parálisis, ese muro, ese encierro que provoca el miedo… Demasiadas preguntas, tal vez, y no es mi estilo… Prefiero andar viviendo a estar temiendo, aunque caiga, aunque muera: duele y muero; sufro y me hago fuerte; caigo y vuelvo a morir; vivo la muerte; muero y despierto; despierto al nacer; crezco en ese despertar y sé que el verde bordeando mi mirada vuelve a brotar, como su brillo … pero, qué te estoy contando a vos… a vos que hace tanto me conocés… o tan poco, tal vez… a vos…, que sabe lo que es mi alma en azul iluminando las palabras que nacen de mi mirada mirando la tuya cuando la mira…
¿Miedos? ¿Quién no los tiene? Pero… ¿para qué sirven? O… ¿de qué me serviría transitar con miedos este camino? Tal vez ¿evitaría algún error, algún tropiezo, algún dolor?… pero, estoy segura de que, no tan grande como el que generaría esa parálisis, ese muro, ese encierro que provoca el miedo… Demasiadas preguntas, tal vez, y no es mi estilo… Prefiero andar viviendo a estar temiendo, aunque caiga, aunque muera: duele y muero; sufro y me hago fuerte; caigo y vuelvo a morir; vivo la muerte; muero y despierto; despierto al nacer; crezco en ese despertar y sé que el verde bordeando mi mirada vuelve a brotar, como su brillo … pero, qué te estoy contando a vos… a vos que hace tanto me conocés… o tan poco, tal vez… a vos…, que sabe lo que es mi alma en azul iluminando las palabras que nacen de mi mirada mirando la tuya cuando la mira…
domingo, 20 de enero de 2008
El otro camino, el otro destino.
Me digo: Basta.
Hoy lo decido.
En el silencio de la noche, de este martes frío a las tres de la mañana, sólo escucho la respiración de los chicos durmiendo. Qué oído selectivo, pienso, anda esquivando ronquidos que no tolera... para acercarse a la cama de los chicos y sentirlos descansar.
Mis lágrimas caen, mudas, como de costumbre, cada noche sólo llenan con sus gotas el vacío para intentar ahogar la angustia. Sentada sobre la tapa del recipiente de basura, tomando mate sin llegar a vaciarlo, para no hacer ruido y evitar así que Raúl se despierte. Horas tristes, sin duda, de instalada resignación, pero tranquilas: mías.
Espero el día, la mañana, el abrazo fuerte de los chicos, la paz de sus miradas...
Los gritos duran poco a la mañana, trato de despertarlo con el tiempo justo para el baño. Cuando Raúl se va, la casa parece llenarse de luz, colmarse del hogar que ahora, entre lágrimas, sueño...
-Pero hoy, me decido, como que me llamo Elena- me repito, y hasta parece brotar una sonrisa en mi boca.
Ya no quiero más sexo que me lastima, ni ser obligada a tenerlo, ni soportar insultos al intentar decir que no. Ya no quiero tenerle la cena servida a las nueve en punto y sentir sus protestas porque llega a las nueve y diez y está fría. Ni reservar su plato cerquita de la hornalla encendida y escuchar la puerta abrirse y tras una mirada de desprecio, por la mesa vacía, correr hacia la cocina a buscar el plato, para segundos después ver como queda tambaleando en la otra punta de la mesa, tras un manotazo que dice que ya no son las nueve.
Hablar y hablar en momentos de calma, sentir ser escuchada, notar como entre justificaciones se disculpa y... poco después, un día más tarde, a lo sumo, ver pisoteadas mis palabras.
Por eso, en cuanto los chicos se levanten, me decido. Si, otra vida es la que quiero, la que siento merecer... ya no más violencia; quiero tardes con el piano sonando, mientras mis alumnos practican; con las ventanas abiertas, sin sentir vergüenza de que los vecinos escuchen los gritos desaforados de Raúl; mañanas con la gata acurrucándose sobre mi pollera y ya no escondida tras el sillón; o con los chicos riendo como cuando él no está, y llorando como buenos hombrecitos si se dan un tropezón, porque... si, los hombres sufren y, si algo duele, lloran también, a pesar de que Raúl los rete.
Se levantaron temprano, me abrazaron y se sentaron a tomar la leche. Después de un rato, de mirarlos y pensar en mi decisión, fui a despertar al padre; disipando, con mi mano, el halo de alcohol que lo rodeaba, lo llamé, le acerqué la toalla y la ropa, protestando por lo bajo con los ojos cerrados aún, decidió no bañarse: su mano fue directa hacia la ropa limpia, se vistió y sin decir nada salió para el bar, como cada mañana.
Llevé a los chicos a la escuela, pasé por la plaza y por aquel banco en donde Raúl me besó por primera vez. Volví a casa a limpiar, ordené la ropa planchada, busqué la valija marrón, que estaba llena de polvo, la sacudí un poco y le pasé un trapo húmedo para limpiarla bien.
La tarde fue tranquila, con los chicos en lo de mamá.
La noche, como de costumbre, terminó con mi decisión sobre la tapa del recipiente de residuos, a las tres o cuatro de la madrugada. Llorando y con el mate en la mano.
Decidí, sin dudas (siempre lo hacemos) resignar mi felicidad, mi vida, tal vez.
Decidí no arriesgarme al cambio. Decidí vivir con este temor a zambullirme en el miedo que me da lo desconocido. Decidí seguir soñando con el hogar que anhelo y hacer lo que pueda para que mis hijos sean felices, a pesar de esos ratos de gritos.
Con la mirada fija en el reflejo de la luz de la vela sobre el metal de la pava me pregunto: ¿qué sabor tendría el mate de esta noche, de haber elegido el otro camino, de haberle dado espacio al otro destino?
Pero... decidí.
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lunes, 7 de enero de 2008
Por miedo se desparraman las flores
Llegamos bien, aunque sobre la hora, además de haber estado toda la tarde haciéndole compañía a ella, por lo nerviosa que estaba a causa de la fiesta, sabía que justo ese día vos tenías que terminar de corregir tu última novela, a pesar de la fiaca que te da, mañana al mediodía la editora te espera… y tanto esperamos este día, este mañana al mediodía…
Lo único que lamenté de haber llegado en ese momento fue el amontonamiento que tuvimos que sortear para intentar llegar a darle un beso a la abuela por su cumpleaños, estaba tan linda, le queda bien el azul, y ese vestido particularmente, tan arreglada como hace años no la veía...
En el instante en que estábamos cerca, la veía ya, me acordé de las flores, ese ramo que armé esta tarde, medio escondiéndome en su cocina para que ella no lo vea y sigilosa llevé a casa para sorprenderla más tarde y que a vos tanto te gustó... te miré y, si..., como era de esperar, ya te habías dado cuenta de que, en el apuro lo olvidé, me miraste como diciendo “sabés que no importa, que lo lindo para ella es que estés acá, pero te conozco, vas a querer ir a buscarlo”; ofreciste acompañarme y te encontraste con Diego, tu amigo, qué hará él acá, me pregunté, pero sin dedicar tiempo para averiguar la respuesta, te besé y me fui.
Hasta eufórica me puse, al saber que, a pesar de la cantidad de gente que había venido, llegué rápido a la salida y enseguida viajaba en un taxi, salí corriendo del vehículo todavía en marcha, entré a casa apurada, tomé el ramo y el chocolate para bañar el helado, -que había puesto al lado, para "no olvidarmelo"- y al salir veo que el auto baja por la callecita y se detiene en la esquina al verme; corrí para subir y volver pronto, quería estar ya al lado de la abuela, presentartela y darle el ramo de flores del jardín en verano; el taxista abrió la puerta trasera y lo que consideré un acto de amabilidad se derrumbó en el segundo en que grita: con el chocolate no podés subir… Bronca. Me da bronca, con lo sucio que había notado que estaba el coche y que me grite así como si el chocolate fuera a salirse del paquete... Freno. Giro. Y con un gesto de fastidio vuelvo sobre mis pasos. Planeando cómo voy a hacer para llegar y rápido. En cuestión de segundos pienso que tal vez, debería haberme hecho la tonta, dejar el chocolate y sonreír condescendiente, aunque no me haga bien contener las broncas, y que probablemente cuando llame para pedir un nuevo viaje de regreso éste sea el único coche disponible y tenga que subir sin chocolate, con las flores y la bronca, o una nueva bronca…
De todos modos sigo camino a casa, es sábado, es tarde y a lo lejos se escuchan los apurados motores que, como de costumbre, hacen sonar los pibes que salen y recorren estas calles silenciosas, como con ánimos de sentir que sus ruidos son los más fuertes… por suerte, por la cuadra de casa no suelen pasar, a nosotros nos gusta disfrutar de escuchar música (y escucharnos entre música) o de ver alguna película, cuando no nos atrapa algún libro… Apurada por llegar veo, unos metros más adelante, una explosión como de pirotecnia que levanta una nube de polvo, de tierra y dos personas de las que no distingo más que sus siluetas remarcadas por la tenue luz del alumbrado público a estas horas, corriendo en dirección a mi, miro hacia la calle, y detrás del arbusto, que mañana pienso podar, asoma una camioneta chica y oscura de la que provienen los disparos que estoy viendo, que intentan alcanzar a estas personas, que se acercan, siento miedo y siento tu mirada diciendo “sabés que no importaba el ramo” y siento que no te di tiempo para que saludes a Diego y me acompañes y por miedo me tiro al piso, por miedo se desparraman las flores, miedo tonto, miedo que se apodera de mi y no me deja pensar, miedo traicionero que hace que mi cuerpo quede totalmente expuesto a la línea recta de tiros dibujada en el pasto que veía hasta hace un momento… Uno, dos, tres y nada más siento.
Dicen que el cuarto tiro la mató.
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lunes, 8 de octubre de 2007
La Protagonista
Marcelo siempre había hecho de su vida lo que le venía en ganas, laburó de lo que le parecía, y, otras veces, de lo que se le presentaba en suerte, pero siempre con la mayor convicción, como si lo hubiera estado proyectando desde siempre para que así ocurriera, como si eligiera con todas sus ganas, tal vez, de algún modo era así.
Allá por sus veintidós, con el corazón llorando la muerte de su primer amor, empezó a escribir... y andando por las noches de la vida conoció a Vanesa, la colorada, maestra jardinera y, por insuficientes ingresos, prostituta por las noches; Marcelo dedicó un par de semanas de enamoramiento a intentar convencerla para que sólo continuara con su docencia, prometiendo colaborar económicamente, sin embargo... empezó a acostumbrarse, se regocijaba de satisfacción cuando, al regresar y luego de un baño tibio, ella le aseguraba que él era el único que la acompañaba a sus orgasmos. Poco duró la relación, en una pelea callejera, Vanesa cayó en cana y él, al ver los arañazos que desparramaban su maquillaje, las medias de red casi arrancadas y sólo pedazos de su minifalda azul, percibió una imagen tan distante de la piel perfumada que se acostaba cada noche a su lado... que provocó inevitables celos; sabiendo que de ellos saldría su agresión, más oculta que inexistente..., la dejó.
Otra vez solo, escribiendo en el Tortoni, la vio pasar, rubia y apurada por Avenida de Mayo, la atracción que sintió, lo capturó con indomable fuerza.
Su nombre era Mariel, su apuro, el trabajo, al que esa tarde no llegó, caminaron bajo la lluvia, se gustaron empapados, se rieron enamorados, se miraron excitados, se amaron apasionados.
Sin conocerse decidieron mudarse juntos a una vieja casa de Once. No necesitaban más que las charlas con mate, la fortaleza de ella, el pensamiento de él; el goce de su sexo, en actos continuos, buscados, repetidos, improvisados, deseados, extasiantes, divertidos, ilimitados, parecían ser todo para sus vidas...
Mariel tenía un carácter fuerte, que fue mostrándose en una dominación nacida de la instalada necesidad de ser la protagonista.
Marcelo repartía en subtes y colectivos retazos de sus escritos a cambio de monedas que serían la comida de la noche.
Mariel había perdido su trabajo, los mareos la habían obligado a cambiarlo por semanas de reposo. Sólo esperaba la llegada de Marcelo a eso de las siete de la tarde, lo abrazaba con actitud adolescente, lo besaba, lo seguía...
Hacía tres días que estaban sin luz. El corte de gas lo habían solucionado con la garrafa que les prestó Tito, el del fondo; pero a la electricidad Marcelo le tenía respeto, no se animó a buscarle la vuelta a los cables.
Madrugada de Marzo, a la luz de la vela, cuyo fuego había encendido el último faso que le quedaba, intentaba escribir “las ventas” del día siguiente, nada brotaba de su inspiración en penumbra, tal vez era esa idea la que ocupaba su cabeza, la del ruso, no, no, no podía llegar a tanto, aunque se veía tan bien armadita que no daba espacio al error, pero... ¿y si lo cueteaban? ¿Qué hacía Mariel con su panza de siete meses?. La idea parecía crecer decidida a invadir toda su mente y Marcelo tenía que ponerse a escribir... ¿Qué diría mañana al subir al 71? ¿Qué comerían si nada tenía para reunir las monedas que le daban los pasajeros de la línea B?
Eran casi las cinco y sólo papeles en blanco sobre su mesa, papeles en blanco y el diagrama que le trajo el ruso... en un par de horas tenía que subir al bondi y nada nacía de su imaginación, el humo la llevaba para otro lado. Se puso la campera, apagó la vela y agarró las llaves. Mariel dormía. Caminó hasta lo del ruso para decirle que contara con él, pero que necesitaba que le banque unos pesos hasta ese día –yo al hambre lo mato con unos mates, pero la flaca necesita alimentarse, por la nena, ¿viste?- explicó; el ruso, alguna vez había pasado por esas, con una mano cacheteó comprensivo a Marcelo, con la otra sacó del bolsillo del pantalón algo de guita.
Casi de día se acostó al lado de Mariel, despacito para no despertarla. Aunque durante esas sesenta y seis horas ya casi no durmió; como siempre, estaba convencido de lo que iba a hacer, pero necesitaba estar despierto para ultimar detalles en su cabeza, para vislumbrar posibles finales, imaginar escenas...
Mariel le preguntaba por qué no salía a vender, por qué no podía escribir, de dónde estaba sacando plata. Marcelo era indiferente a sus insistentes interrogatorios, últimamente los diálogos eran con él mismo, no más; si hasta al ruso sólo lo escuchaba, en realidad... no necesitaba preguntarle nada, el tipo explicaba todo como a él le gustaba...
La flaca ya no decía nada, sólo pensaba, masticaba como podía su bronca... ¿por qué no le contaba nada? ... a ella...
El día llegó, el sol parecía haberse instalado eternamente, demoraba en llegar la hora indicada. Marcelo hacía mate, tomaba uno o dos, se levantaba, caminaba por el patio con ojos nerviosos y mandíbulas poderosamente unidas; Mariel lo miraba, esperaba que hable..., que se arrepienta de su silencio..., que la incluya..., él sacaba del bolsillo de la camisa una hoja doblada, la devoraba con atenta dedicación, la volvía a plegar y a guardar, continuaba delimitando el patio con sus pasos, se sentaba, se quejaba del agua fría, otra vez la pava al fuego y la escena volvía a empezar, a repetirse.
Se hicieron las veintidós y Marcelo advirtió que no había pensado en cómo avisarle a la flaca, por las dudas.
Ella sirvió la comida, él no comió, sólo consumía cigarrillos.
Después de la cena, se le acercó y le dijo –cualquier cosa, llamá al celular del ruso, yo voy a estar con él... -, dejándole un aparato a ella. La besó, como trámite obligado, y se fue.
Mariel explotó en llantos, la bronca, el dolor, la angustia, no sabía bien qué sensación tenía, pero todo su cuerpo reventaba en lágrimas...
De alguna manera sentía miedo por Marcelo, eso de juntarse con el ruso... pero su orgullo estaba malherido... ella, justo ella no sería la protagonista...; sus ideas sólo rondaban entre la venganza y la maldad, era la única forma de conseguir el papel principal, tiempo para algo más elaborado ya no había.
Marcelo se reunió, en lo del ruso, con sus compañeros que no conocía.
El plan era perfecto.
Al ruso nunca le fue mal.
La entrada sería en una hora veinte.
El auto esperaba en la puerta.
El botín era importante, aún teniendo en cuenta los gastos. A Marcelo le tocaba el segundo número en la división, el ruso le tenía mucha confianza, suma fuerte, incluso considerando las deudas.
Mariel cruzó el patio humedecido por la llovizna del otoño, subió al cuartito donde Marcelo se ponía a laburar sus palabras; revolvió todo, rompió la cerradura del cajón de arriba y no encontraba datos, rastros, nada... Las contracciones eran fuertes, pero nada la frenaba, sabía que eran provocadas por los nervios, se sentó en el banquito verde recostada hacia atrás, acarició su panza, tratando de relajarla y en el cesto de basura, una vieja lata de aceite, descubrió los pedazos de aquella manoseada hoja. Juntó con apuro las partes y armó las explicaciones que no le habían sido dadas. Calculó la hora a la que entrarían a la droguería. El odio que sentía acaparaba todo su ser... si hasta sentía olor a pólvora en su deseo de que Marcelo aprenda a no dejarla afuera...
En cuarenta minutos sería la protagonista...
Llamó a la policía. Mostró su reconstruída prueba. Como siempre daban vueltas y llamaban a la dependencia; Mariel pidió permiso para ir al baño, aludiendo dolores de parto, ya era la hora, se llevó el celular y lo llamó al ruso, con voz de simulada desesperación le dijo –cayó la policía, cuidame a Marcelo- lógicamente ya era tarde, tal como lo había planeado.
Al ruso lo mataron, hacía rato que lo buscaban, los pibes escaparon y Marcelo... gravemente herido.
Años lejos de Mariel, sin conocer a su hija, sin saber siquiera su nombre, sin haber visto sus ojos; pensando en que había fallado...
Más o menos así venía su vida cuando lo conocí... Aunque desconocía sus andanzas... Sólo sabía de su separación de Mariel y de su hija Gabriela, (creo que así le hubiera gustado llamarla)
Me enamoré, tal vez me deslumbró la puerta a la vida que me mostró...
A los pocos meses, impulsada por mi forma de ser, o por la crédula ilusión de los sentimientos claros, no sé bien por qué, pero me dejé llevar, quizá no podía verlo lejos de su hijita. La busqué y me encargué de traer otra vez a escena a Mariel, muy agradecida, al principio; pero al sospechar que mi papel al lado de Marcelo prometía ser fuerte, importante, protagónico a sus ojos, empezó a ser distante en su trato, a aplicar ironía en sus palabras.
Una tarde me sorprendió en la cocina, preparando café, con amabilidad ofreció continuar, acepté con intenciones de que la relación se torne amena... Sirvió dos tazas mientras se despachaba a gusto detallando todo lo que Marcelo no quiso o no supo contarme, explicó ella... todo parecía salir de una imaginación fantástica, poco podía creer, nada quería creer... ella continuaba hablando. Apuré el trago quemándome la boca y empecé a notar como su voz se diluía en el aroma del café, se deshacía en el aire; a pesar de mis intentos por mirarla, sentía que nada podía ver, todo se estaba yendo de mi lado; tenía frío cuando escuché la llave abriendo la puerta y pensé en correr a abrazar a Marcelo... no podía moverme, todo estaba lejos. El escenario paralizado, yo me alejaba...
Oí su grito diciéndole a Mariel: -¡¿Qué le hiciste?!
Ella dejó que estuviéramos solos, Marcelo con su mirada agachada, lloraba, derrumbado en el piso de la cocina. La miró pidiendo explicaciones y ella, irónica, encendió la radio, esbozó media sonrisa, mostrando su venenosa actitud vengativa.
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martes, 2 de octubre de 2007
LLUVIA Y BLUES
Anoche no hubo tecnología en casa...bah, sólo parte de ella dejó de acompañarnos... aparentemente la lluvia con su tormenta de rayos fue más fuerte...
Llego a casa, tiene tantos colores en su interior y, sin embargo, veo todo pintado con lluvia de ciudad, sólo en gris, los muebles y el piso opacos, los vidrios algo empañados y con gotitas dibujándolos del lado de afuera; intento alegrar el aire prendiendo un sahumerio y cambiar el clima con un poco de rocanroll, pero no, éste sólo choca con los truenos y es peor...
Mi llamada telefónica a la compañía (tras la insistencia de mi hijito) obtuvo, como respuesta, la voz de una máquina, asegurando reparaciones que demorarían dos horas cuarenta y tres minutos, obviamente, no fueron controlados por reloj, pero, a juzgar por la noción del tiempo (que a veces pierdo), tampoco estuvieron lejos de ser exactos...
Acá transcribo el manuscrito nacido por esas horas:
Día oscuro, noche que llegará temprano, asfalto mojado, esquinas inundadas.
Gente con pasos apurados, cuerpos que buscan reparo de la lluvia, quizá no sólo de la lluvia.
Personas exageradamente serias, con gestos que no esconden su fastidio, ofuscados por seguir demostrándolo.
Y en mí, una sonrisa, si, y te la agradezco... a vos, la del espejo.
Gente con pasos apurados, cuerpos que buscan reparo de la lluvia, quizá no sólo de la lluvia.
Personas exageradamente serias, con gestos que no esconden su fastidio, ofuscados por seguir demostrándolo.
Y en mí, una sonrisa, si, y te la agradezco... a vos, la del espejo.
Llego a casa, tiene tantos colores en su interior y, sin embargo, veo todo pintado con lluvia de ciudad, sólo en gris, los muebles y el piso opacos, los vidrios algo empañados y con gotitas dibujándolos del lado de afuera; intento alegrar el aire prendiendo un sahumerio y cambiar el clima con un poco de rocanroll, pero no, éste sólo choca con los truenos y es peor...
Un tango, podría ser, pero trae consigo una apesadumbrada marea de cosas que creo bastante lejanas ya... al menos el primero que sonó...
Sigo buscando, si, ese blues, regalo de algun cumpleaños, su música parece acompañar la lluvia hoy, al menos la de mi alma, esa constante de sueños y fantasías...
Sigo buscando, si, ese blues, regalo de algun cumpleaños, su música parece acompañar la lluvia hoy, al menos la de mi alma, esa constante de sueños y fantasías...
Parece que se hace tarde, tal vez porque hace rato que la oscuridad de la noche se instaló en el barrio, acelerando el final al día. Ya no lo pienso, voy a cocinar, con desacertado apuro intento desarmar una cabeza de ajo, se resiste, un poco de fuerza y uno de sus dientes salta con evidentes intenciones y puntería hacia mi cara y justo me saqué los anteojos; y, si, algo duele, pero veo.
Así, tal vez, estoy, algo (aún) duele, pero veo, vivo, siento, espero, pienso, quiero, deseo, sufro, miro, creo, escucho, leo, digo, observo, amo, aprendo, ayudo, busco, río, sueño, lloro, escribo, extraño, (...), al menos me zambullo intentando lo mejor con todas mis ganas... Así, tal vez, soy.
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jueves, 20 de septiembre de 2007
El cansancio del dolor
En la oficina de guardia de la comisaría 14ª, en la esquina de Bolívar y Garay, Sofía espera... los ojos llenos de cansancio y tristeza, de dolor en vela...
Se acerca el amanecer como advirtiéndole que ya no va a poder dormir, de todos modos ese golpe en el omóplato derecho de hace días, mucho no la dejaba...
Empieza a sentir la seguridad de que a partir de ahora algo va a ser distinto, la tranquilidad de que está provocando ese cambio. Comienzan a alejarse las amenazas que martillan su cabeza y sus párpados a ceder...
Hoy se lo ve tranquilo –piensa, pero ella, hace meses, no confía.
Le ve los ojos oscuros por sus pupilas dilatadas, tan lejos de la paz que le ofrecían al estar enamorados, se le acerca despacito, como para no asustarla. Sofía espera alerta, inmóvil. Sus ojos cristalinos, como siempre, desnudan su alma.
Empieza hablándole impostando un tono suave –No me mires así, no te voy a hacer nada, ¿dónde estabas?-
Sofía no puede decirle que viene de la comisaría y tal vez por el sueño no logra improvisar, confundida, no sabe bien que hora es siquiera. El silencio lo inquieta, trata de pasar su brazo sobre los hombros de ella, y Sofía lo esquiva, argumentando dolores y acompañando su negativa con un movimiento suave. -¡No exageres!- lo escucha decir.
Camina a su lado por ese ancho pasillo que nunca entendió y entran a la habitación.
El olor de toda una noche de cigarrillos se mezcla con el encierro y el vaso de vino chorreado en la mesita de luz.
Él insiste en saber en dónde estuvo y ante un nuevo silencio desinteresado, la mirada se le transforma, acerca su mano a la cara de Sofía que aguarda temerosa, de la misma forma con la que, hace años, concedía una caricia, abre sus dedos tomándola con dura firmeza de los pelos. Sofía sólo alcanza el teléfono celular, pero la acostumbrada rapidez de él lo desarman contra el piso. -Al menos sirvió para que me suelte- se dice.
Sentada, a los pies de la cama revuelta y deshecha completamente por las horas nerviosas, llena de cosas y ropas, siente algo bajo su muslo... un juego de llaves que tímidamente encierra fuerte en su mano.
Él no es tonto, sospecha, como quien ha cometido, lo que ella intenta hacer.
Sofía advierte una frazada colgando algo enroscada entre las zapatillas desatadas y mal puestas de él y ve ahí la única ventaja que puede obtener. Se dirige hacia la puerta de calle, esta vez corre por el pasillo, por su vida quizás.
Sabe que si sale ya no volverá a entrar nunca más. Los gritos de él se lo están diciendo entre los insultos, aunque no la cree capaz...
Va palpando las llaves, queriendo reconocer la de la cerradura de arriba, para ganar tiempo. Si logra cruzar la puerta y cerrarla con llave, estará a salvo, son segundos los que necesita para conseguirlo.
Abre la puerta de madera, tan alta como pesada, y de un golpe la cierra. Siente cómo sus pelos hubieran sido tironeados, cómo hubiese vuelto a ser golpeada viendo el desesperado movimiento del picaporte que proviene del lado de adentro y piensa –lo creía más inteligente como para considerarme tan boba- mientras la vuelta de llave traba la salida.
Apura el paso y entra llorando a la comisaría.
La última pesadilla parece llegar a su fin.
Se acerca el amanecer como advirtiéndole que ya no va a poder dormir, de todos modos ese golpe en el omóplato derecho de hace días, mucho no la dejaba...
Empieza a sentir la seguridad de que a partir de ahora algo va a ser distinto, la tranquilidad de que está provocando ese cambio. Comienzan a alejarse las amenazas que martillan su cabeza y sus párpados a ceder...
Hoy se lo ve tranquilo –piensa, pero ella, hace meses, no confía.
Le ve los ojos oscuros por sus pupilas dilatadas, tan lejos de la paz que le ofrecían al estar enamorados, se le acerca despacito, como para no asustarla. Sofía espera alerta, inmóvil. Sus ojos cristalinos, como siempre, desnudan su alma.
Empieza hablándole impostando un tono suave –No me mires así, no te voy a hacer nada, ¿dónde estabas?-
Sofía no puede decirle que viene de la comisaría y tal vez por el sueño no logra improvisar, confundida, no sabe bien que hora es siquiera. El silencio lo inquieta, trata de pasar su brazo sobre los hombros de ella, y Sofía lo esquiva, argumentando dolores y acompañando su negativa con un movimiento suave. -¡No exageres!- lo escucha decir.
Camina a su lado por ese ancho pasillo que nunca entendió y entran a la habitación.
El olor de toda una noche de cigarrillos se mezcla con el encierro y el vaso de vino chorreado en la mesita de luz.
Él insiste en saber en dónde estuvo y ante un nuevo silencio desinteresado, la mirada se le transforma, acerca su mano a la cara de Sofía que aguarda temerosa, de la misma forma con la que, hace años, concedía una caricia, abre sus dedos tomándola con dura firmeza de los pelos. Sofía sólo alcanza el teléfono celular, pero la acostumbrada rapidez de él lo desarman contra el piso. -Al menos sirvió para que me suelte- se dice.
Sentada, a los pies de la cama revuelta y deshecha completamente por las horas nerviosas, llena de cosas y ropas, siente algo bajo su muslo... un juego de llaves que tímidamente encierra fuerte en su mano.
Él no es tonto, sospecha, como quien ha cometido, lo que ella intenta hacer.
Sofía advierte una frazada colgando algo enroscada entre las zapatillas desatadas y mal puestas de él y ve ahí la única ventaja que puede obtener. Se dirige hacia la puerta de calle, esta vez corre por el pasillo, por su vida quizás.
Sabe que si sale ya no volverá a entrar nunca más. Los gritos de él se lo están diciendo entre los insultos, aunque no la cree capaz...
Va palpando las llaves, queriendo reconocer la de la cerradura de arriba, para ganar tiempo. Si logra cruzar la puerta y cerrarla con llave, estará a salvo, son segundos los que necesita para conseguirlo.
Abre la puerta de madera, tan alta como pesada, y de un golpe la cierra. Siente cómo sus pelos hubieran sido tironeados, cómo hubiese vuelto a ser golpeada viendo el desesperado movimiento del picaporte que proviene del lado de adentro y piensa –lo creía más inteligente como para considerarme tan boba- mientras la vuelta de llave traba la salida.
Apura el paso y entra llorando a la comisaría.
La última pesadilla parece llegar a su fin.
Un agente la despierta para decirle que en unos minutos el comisario la va a recibir en su oficina para explicarle los pasos a seguir tras su denuncia; en la radio escucha que salió el 90 a la cabeza en la nacional... -“el miedo”... hasta irónico- dice.
Se había quedado dormida por el cansancio del dolor.
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miércoles, 19 de septiembre de 2007
Duelo
Dolus. Duelo. Duele. Puta, cómo duele!
Dolor... Amor.
No es otra cosa.
Amor que muere.
Final que duele.
Partida, duelo.
Esquivado. Triste. Desencajado. Silencioso. Sentido. Incomprendido. Inesperado. Personal. Necesario...
Ansias de que al pasar se lleve el dolor… el dolor de ya no ser, ansias ilusas de que llegue el olvido, que se convierta en recuerdo, que nos dé respiro...sabiendo que no se ira. Ese dolor temido que cuando empieza queremos que pronto termine, sin detenernos a pensar que el alma lo necesita... es el único que acompaña al tiempo y nos enseña a dibujar las cicatrices... esas que con los años nos definen, que son parte nuestra, de nuestro pasado, de nuestro presente.
Y luego sentir, sin cuestionar, que el dolor sentido no es más que amor vivido, vívido. Amor de ser, de tener(te), de estar...Rupturas, roturas, muertes, cambios fuertes, infinidad de situaciones, seran cicatrices que sentiremos al acariciar el alma.
Sus formas... algunas tan pronunciadas, profundas, tocándolas con los ojos cerrados, aún las vemos. Otras que ya ni reconocemos... Las hay con las comisuras hacia abajo -no me pidas que te hable de ellas, cuando no quiero hacerlo-... Y esas que asemejan tiernas sonrisas, con los suaves colores del recuerdo...
Como la brisa de la primavera pinta de azul el cielo nublado, como tus caricias despejan mi cara de mechones empecinados... el duelo cambia el dolor del corazón, cambiando lágrimas por íntimas marcas que pocos ven, pocos conocerán, marcas de amor. Despoja el camino de sufrimiento e intenta recuerdos en el alma...
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viernes, 14 de septiembre de 2007
Felicidad
Interminables nueve meses esperándote... Esperanza de poder brindarte tanto amor como siento, fuerte Ilusión convertida, en tan poco tiempo, en Vivencias mágicas cada día... conocernos, enseñarte, aprender juntos, bailar, cuidarte, crecer ambos, brindarte lo mejor de este mundo y apoyarte, prepararte para lo peor y acompañarte, desde el día que supe que estabas en mí...
Amor, ¿cómo no amarte?, esa carita, esos ojos brillantes, como dos uvas, esos mimos que todo lo pueden, tan enormes caricias hechas con tu pequeña manita, esos ataques de besos compensando cualquier lío...
Nexo inexplicable e increíble, sólo una mirada nos basta para entendernos, para sabernos, confirmando ciertamente que sos un pedacito mío, una extensión de mi alma... como así lo siento.
Felicidad.
Amor, ¿cómo no amarte?, esa carita, esos ojos brillantes, como dos uvas, esos mimos que todo lo pueden, tan enormes caricias hechas con tu pequeña manita, esos ataques de besos compensando cualquier lío...
Nexo inexplicable e increíble, sólo una mirada nos basta para entendernos, para sabernos, confirmando ciertamente que sos un pedacito mío, una extensión de mi alma... como así lo siento.
Felicidad.
domingo, 9 de septiembre de 2007
Inconclusiones
Es tarde, en realidad no lo es, pero conjugando las pocas horas de sueño y el madrugón forzado de hoy, como único resultado me da esa sensación...
En contraposición a la jocosidad de mi anterior post, en el que luego de haber estado toda la tarde en el parque tarareando ese tango empecé a jugar con las palabras dentro de su música y ahi quedó..., hoy estoy perdida , o algo así, pienso y pienso y no logro entender, no llego a conclusiones, todo da vueltas y de ahi no salgo...
Todas las situaciones parecen ofrecer sentimientos opuestos que tironean entre si y ninguno logra convencerme...
Todas las situaciones parecen ofrecer sentimientos opuestos que tironean entre si y ninguno logra convencerme...
El día se fue sucediendo en distintos acontecimientos no planeados.
Por puta costumbre vivo haciendo balances, más que por puta costumbre diría que por fecha de nacimiento, jeje, pero cada noche de alguna manera tengo que pensar en el día vivido y resumirlo en una palabra o dos, no sé...
Hoy es uno de esos días en que la palabra se esconde...
No encuentro el balance del día de hoy ni la definición...
Hace tiempo que cargo con una valija de quilombos, de alguna manera necesito dejarla, así, como si fuera casualmente y por olvido en un vagón de un tren que delante lleve el cartelito de destino diciendo: "LEJOS!" y siento que ese tren está maravillosamente cerca...
Pero también, con ese despegue afortunado, viene el cambio esperado y... ahí está el punto, la maldita valija puede desaparecer pero los malditos recuerdos... cómo hacer para que me dejen vivir sin condicionarme, sin temer ante el posible sufrimiento, pero no al que "hace a la vida" (de alguna manera), sino a ese tortuoso, al que la deshace en todo sentido. No hay cambio, ni situación, ni un carajo con garantía y en realidad eso es lo lindo, eso es lo que pone linda a la vida. Lástima que a veces uno se cruza justo con alguien que vive para afearla, digamos.
Quiero reír mucho, todo... o llorar de risa, de emoción, de amor...
"Querer es poder"- me decía alguien hace un año atrás... (proponiendo que alguna vez lo antepusiera a mi hijo... ) "se ve que no quiero"- respondí.
Aunque bien cierto creo que es, que al querer algo con el alma, se logra...
De alguna manera en lo que yo quiera, mi hijo tiene que estar felizmente incluído, sino, me las ingenio para "no querer..."
Queriendo que concluyan las inconclusiones..., y ante lo dicho, me retiro.
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viernes, 7 de septiembre de 2007
Tan mareados
Rara...
Como aturdida,
te hallé bebiendo
linda y fatal...
Decías...
Qué cosa rara cantás?
Loco! decías por no aportar...
Cuerda,
queria encontrarte
pero al mirarte
ya sin dudar
tus ojos
con el brillo del alcohol...
con ese brillo tan peculiar...
Esta noche amigos míos
el alcohol me ha acompañado...
Qué me importa lo que digo
o si encuentro algún colgado...
Cada cual llora sus mambos
otros tantos reiremos.
Esta noche jugaremos
porque ya no escribiremos
en pedo más...
Voy, voy entrando en mi pasado
por las vueltas de mi vida...
Tres cosas siente mi alma amiga:
amor..., dejar...te a vos...
Voy, voy pensando en mi pasado
y tontas sendas he tomado.
Que grande ha sido el día de hoy
y sin embargo... Ay...
es gracias al alcohol.
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sábado, 1 de septiembre de 2007
Mirá lo que encontré
En tanto he incursionado... pintura, teatro, tango, canto comunitario, escenografía, fotografía... en una época juntaba escritos varios y me había hecho un diccionario personal donde definía palabras según me había tocado vivirlas, que sé yo...
Anoche disfrutando de ese rato de soledad que a veces tengo, me gusta mucho disfrutar de estar conmigo, jeje, las primeras veces que estaba sola, me acuerdo que hacía todo junto y a la vez: ponía música subiendo el volumen hasta sentir que quedaban todos los rincones inundados, los de la casa, los de mi alma... me fijaba si más tarde daban alguna vieja buena película pa' disfrutar, mientras preparaba una paleta de colores según el ánimo, mientras calculaba cuánto tardaría después en planchar la pilita insoportable de ropa, acompañada de un block y una lapicera para anotar esas frases que no sé porque me resuenan en el marote y con las que generalmente después no hago nada (...), pasaba largo rato tras la definición concreta del como algo o me tomo unos mates... a lo que generalmente sucedían los mates... o una copa de buen tinto y una picada improvisada... más saber que el desparramo que hiciera de cosas varias, mal que mal tenía que quedar ordenado antes del inicio de los dulces sueños, porque al día siguiente me tocaba laburar desde más temprano que de costumbre y eso de volver de trabajar y encontrar la casa con resaca no me hacía gracia... pero bué; más o menos así era el desesperante poco tiempo de soledad, ahora 'ta más organizada la cosa, bah, en realidad trato de no ponerme como objetivo hacer tooodooo, selecciono (no sé porque siempre queda descartada de movida la pilita de ropa para planchar...).
Me fui para cualquier lado, por las ramas diría Alicia, mi seño de 5º, pero es lindo, no me vas a decir que no te pasa, encontrarte con alguien y que la primera pregunta sea de lo más formal, aburrida o estipulada y que en cuestión de minutos sea algo así como un ida y vuelta de fascinantes palabras que no hacen más que hacerte volar en el sentido que sea, o que en cosa de un rato no más, llegues al máximo de tus carcajadas en un ping pong de absurdas humoradas, de golpe te das cuenta que se fueron por las ramas y más allá también. Y está bueno...
Volviendo, anoche me puse a leer cosas guardadas de hace años, cartas, amores, puemas, y entre tanto encontré este relato popular colombiano que hasta donde sé es de un autor anónimo... la verdad es que jamás me propuse averiguar si es tan así. Anoche hablando de vuelos y aviones alguien me decía que nunca había podido entender como algo tan pesado como un avión, vuela; sinceramente, me considero capaz de entenderlo pero escapo a esa explicación, elijo quedarme con la magia que se siente... Otra vez me escapé...
Ok. Ahí va, lo transcribo y ya...:
"Cuentan que cuando aún no existían ni el hombre ni la mujer sobre la Tierra, estaban sueltos por el mundo, sin saber en quien encarnarse, las virtudes, los sentimientos y los defectos.
Una tarde de lluvia estaban todos reunidos y estaba el aburrimiento, tan aburrido que se le acercó la ternura y le dijo:
-¿Y si jugamos a algo?-
-¿A qué?- le contestó el aburrimiento.
-Bueno... no sé... podría ser... a... ¡a las escondidas!-
-Yo cuento-gritó la locura- uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis,...- porque era una desaforada desde entonces.
La pereza no sabía donde meterse. La ensoñación encontró unas nubes rosadas detrás de la tormenta y se metió allí. La dulzura dijo que se iba a esconder detrás del rumor de unos panales. La suavidad, en un campo de algodón... La mentira dijo que se iba a esconder detrás de una piedra, pero, mentirosa se escondió en un bosquecito. La pasión, en el medio de una fogata.
Y llegó el momento enque la locura estaba contando: - 88, 89, 90, 92, ...- ¿Y el amor? El amor no encontraba su lugar. De pronto quiso esconderse detrás del tronco de un rosal, pero éste era tan delgadito que pensó que lo iban a descubrir. Entonces, viendo la tierra húmeda, se escabulle debajo de sus raíces.
-98, 99, ¡100!- gritó la locura, se dá vuelta y se tropieza con la pereza, que no se había movido del lugar.
De pronto, encuentra a la pasión en medio del fuego, ve al rencor entre las espinas, a la injusticia entre la basura. Trae a la ensoñación desde las nubes... Y llegó el momento en que ya tenía a todos reunidos, pero estaba loca porque le faltaba el amor.
Y fue entonces que la traición le dice:- Debajo de las raíces del rosal- murmurando por lo bajo. Va la locura, se fija y no encuentra al amor a primera vista. Entonces se vuelve más loca, busca una horquilla, la hunde con desesperaciónen la tierra humeda... y se escucha un grito desgarrador. De entre las raíces sale el amor con los ojos ensangrentados.
-¡Ay, locura!, ¿Qué me has hecho?-
-¡Ay, amorcito! Eso me pregunto yo. ¿Qué puedo hacer ahora?-
-Se me ocurre- dijo el amor- que ya que me has quitado los ojos, podrías servirme de lazarillo-
Y es desde entonces, claro, que por el mundo va el amor ciego siempre de la mano de la locura"
¿Qué decir? Que lo acompañe la locura está bueno, con su desenfreno, no sé, en el buen sentido de la locura, salen maravillas... Pero creo que el problema está en la horquilla, esa especie de tridente que se usa para remover la tierra, se me ocurre... cuando el diablo mete la cola... Podría haber agarrado otra cosa... una pala... no, a ver si le cortaba la cabeza y moría desangrado, o algún otro al verlo acéfalo tomaba su lugar...en la desesperada lucha por el poder..., por ocupar la cabeza..., y hacer en nombre del amor...nooo. Pero la desaforada, ¿no podría haber usado las manos?, claro que también, loca como estaba, seguramente lo sacaba de los pelos y... las cosas traídas de los pelos... Creo que con caricias, susurros, palabras sinceras, con ayuda de la dulzura hasta salía solo ¿o no?
Pienso, porque a veces hasta es un problema...cuando uno se deja llevar por ese enceguecido amor que, obviamente, no puede ni espiar, puede caer en un mundo tan lejano a lo que creía, tan distante de lo que anhela...que de haber podido pispear un poco se hubiera evitado más de un quilombete...¿no?
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Fonema de Amor
¿No ves a aquel amor?
Él sabe a amor...
Ella besa ese amor...
Él ceba mate,
Ella se va del mate...
La base es su recíproco amor.
Se sabe, por sus miradas.
En sus risas se ve...
Se ve que sabe
por qué simpre dice
bese a su amor, cebe su amor...
Él sabe a amor...
Ella besa ese amor...
Él ceba mate,
Ella se va del mate...
La base es su recíproco amor.
Se sabe, por sus miradas.
En sus risas se ve...
Se ve que sabe
por qué simpre dice
bese a su amor, cebe su amor...
viernes, 31 de agosto de 2007
El árbol genealógico de la abuela
Éste, ésta, estas dos, éste otro, aquella, aquel, y aquel otro... no me van a decir que no saben de quienes habla mi abue...
Lo loco es el tema de los códigos familiares, éste es sólo un ejemplo de tantos que hay, tantos códigos como familias. Cada casa es un mundo, dicen por ahí...
La Abuela se refería con estos pronombres demostrativos a nosotros y bien sabíamos todos a quien estaba nombrando...
A quienes no veía habitualmente no. Y, a los que no correspondían a descendencia directa, creo que por pudoroso respeto los mencionaba por su nombre.
La excepción (siempre hay una), fue el socio de mi papá de ese entonces... Parentesco? ninguno! (entonces qué tendrá que ver, no?) pero bué, ahí estaba y también él ligó pronombre.
Creo que recibí tanto amor y paciencia de mi Abue y de mi tía (LA tía) en mi niñez que todavía hoy (y creo que siempre) me regocijo, divierto y aprendo...No sé..., fueron y son las mamás que me dió la vida cuando tuvo que llevarse a la mía.
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jueves, 30 de agosto de 2007
Cuando eramos chicas...
Recuerdo con mucho amor, las frases o palabras que usaba mi abuela cuando eramos chicas...
Sólo en dos oportunidades fue bocasucia, al menos delante de nosotras...
Nosotras realmente eramos terribles, o peleábamos (como buenas hermanas) o hacíamos lío juntas (como buenas hermanas). Los líos se centraban sobre todo en el hacer enchastres (incursionando en la cocina) a la hora de la siesta o bien revolver alguno de sus inmensos placares tan llenos de cosas, sobre todo de fantasías... Dejen esas porquerías diría mi abuela.
Cuando se levantaban de la siesta.... Adiós! Mirá lo que hicieron estas dos miercolitas, decía ella, y descalzas con los pies en el piso! Para nosotras era un Sr. reto, jeje. También pobre, visto desde los 32 años pienso, se iría a dormir sabiendo que dejó todo limpito y en orden, como buena ama de casa y pensando en que después de su té con leche con galletitas de agua se pondría a hacer tal o cual cosa y se despertaba con la cocina revuelta o con la galería llena de tiza (y de las de colores) porque ahí teníamos nuestro pizarrón entre una puerta y un armario quedaba un metro de pared que era el frente del aula, visto desde acá me pregunto porqué no nos íbamos a escribir en la terraza, que en el peor de los casos la lluvia se encargaría de hacer las veces de borrador... Al ver la pared de la galería, que era un lugar de paso contínuo, convertida en mural artístico y la nieve de colores, sobre todo el fucsia (resaltaba más) en el piso, le salía el me caigo y me levanto, lo que implicaba que tendría que volver a limpiar lo limpiado.
La pucha y el caracho reemplazaban a las ya conocidas... aunque como decía al principio una de las veces en las que no utilizó una de la suyas fue porque no se que se le había derramado y muy entre dientes y tan cortita como si fuera una palabra monosilábica dijo puta.
La otra fue por alguna macana grande que realmente no recuerdo cuál pudo haber sido... nos dijo mierditas pero se notaba y mucho que en sus retos ponía más de amor que de enojo, no sé, no es fácil de explicar...
La otra fue por alguna macana grande que realmente no recuerdo cuál pudo haber sido... nos dijo mierditas pero se notaba y mucho que en sus retos ponía más de amor que de enojo, no sé, no es fácil de explicar...
La tele, y pensemos en una época de 4 o 5 canales diurnos o con restricciones horarias, cada vez que aparecía, por ejemplo, una propaganda de toallitas femeninas y le preguntábamos que era... pobre... son 60 años de diferencia... ay, no sé que viene a representar..., sino parála, decía refiriéndose a apagar el aparato.
Otro día les cuento del árbol genealógico de pronombres... porque ahora ya ya ya me tengo que ir...
ARTISTAS
Somos los artistas de nuestra vida, no sólo los protagonistas.
Somos esa nubecita que se deja llevar por el viento fresco, la que también respeta vendavales, o esa nube gris que trae calma a la sed de las plantas; somos la mariposa que pulula entre las flores;somos el Sol que calienta y encandila con su fuego; somos la Luna que ilumina con imponente silencio ese camino; somos la paloma que vuela tan alto como quiere, segura y alcanzando la despreocupación por algo que detenga su vuelo, disfrutando en paz; somos el árbol que hecha raíces, para luego poder crecer de manera fuerte y desmesurada; esa combinación de notas musicales que salen de la mirada del enamorado.
Somos la persona que queremos ser feliz, musical, triste, libre, sonriente, escondida, fuerte, apasionada, débil, apagada, ... la que elegimos ser (aún por omisión), también forman parte de nuestro ser las pinceladas de quienes nos rodean, quienes pasaron y también dejaron trazos en nuestra vida, los retazos de los cuadros/momentos vividos, y la soñadora euforia por lo que vamos a crear...
La plenitud con la que disfrutemos cada momento, la elección de cada palabra, de cada gesto, el hacer que nos define, el encontrarse uno y con el otro, el placer en cada acto de la vida, entre tantas otras cosas nos hace los artistas de nuestra vida.
Somos esa nubecita que se deja llevar por el viento fresco, la que también respeta vendavales, o esa nube gris que trae calma a la sed de las plantas; somos la mariposa que pulula entre las flores;somos el Sol que calienta y encandila con su fuego; somos la Luna que ilumina con imponente silencio ese camino; somos la paloma que vuela tan alto como quiere, segura y alcanzando la despreocupación por algo que detenga su vuelo, disfrutando en paz; somos el árbol que hecha raíces, para luego poder crecer de manera fuerte y desmesurada; esa combinación de notas musicales que salen de la mirada del enamorado.
Somos la persona que queremos ser feliz, musical, triste, libre, sonriente, escondida, fuerte, apasionada, débil, apagada, ... la que elegimos ser (aún por omisión), también forman parte de nuestro ser las pinceladas de quienes nos rodean, quienes pasaron y también dejaron trazos en nuestra vida, los retazos de los cuadros/momentos vividos, y la soñadora euforia por lo que vamos a crear...
La plenitud con la que disfrutemos cada momento, la elección de cada palabra, de cada gesto, el hacer que nos define, el encontrarse uno y con el otro, el placer en cada acto de la vida, entre tantas otras cosas nos hace los artistas de nuestra vida.
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