lunes, 7 de enero de 2008

Por miedo se desparraman las flores

Llegamos bien, aunque sobre la hora, además de haber estado toda la tarde haciéndole compañía a ella, por lo nerviosa que estaba a causa de la fiesta, sabía que justo ese día vos tenías que terminar de corregir tu última novela, a pesar de la fiaca que te da, mañana al mediodía la editora te espera… y tanto esperamos este día, este mañana al mediodía… Lo único que lamenté de haber llegado en ese momento fue el amontonamiento que tuvimos que sortear para intentar llegar a darle un beso a la abuela por su cumpleaños, estaba tan linda, le queda bien el azul, y ese vestido particularmente, tan arreglada como hace años no la veía... En el instante en que estábamos cerca, la veía ya, me acordé de las flores, ese ramo que armé esta tarde, medio escondiéndome en su cocina para que ella no lo vea y sigilosa llevé a casa para sorprenderla más tarde y que a vos tanto te gustó... te miré y, si..., como era de esperar, ya te habías dado cuenta de que, en el apuro lo olvidé, me miraste como diciendo “sabés que no importa, que lo lindo para ella es que estés acá, pero te conozco, vas a querer ir a buscarlo”; ofreciste acompañarme y te encontraste con Diego, tu amigo, qué hará él acá, me pregunté, pero sin dedicar tiempo para averiguar la respuesta, te besé y me fui. Hasta eufórica me puse, al saber que, a pesar de la cantidad de gente que había venido, llegué rápido a la salida y enseguida viajaba en un taxi, salí corriendo del vehículo todavía en marcha, entré a casa apurada, tomé el ramo y el chocolate para bañar el helado, -que había puesto al lado, para "no olvidarmelo"- y al salir veo que el auto baja por la callecita y se detiene en la esquina al verme; corrí para subir y volver pronto, quería estar ya al lado de la abuela, presentartela y darle el ramo de flores del jardín en verano; el taxista abrió la puerta trasera y lo que consideré un acto de amabilidad se derrumbó en el segundo en que grita: con el chocolate no podés subir… Bronca. Me da bronca, con lo sucio que había notado que estaba el coche y que me grite así como si el chocolate fuera a salirse del paquete... Freno. Giro. Y con un gesto de fastidio vuelvo sobre mis pasos. Planeando cómo voy a hacer para llegar y rápido. En cuestión de segundos pienso que tal vez, debería haberme hecho la tonta, dejar el chocolate y sonreír condescendiente, aunque no me haga bien contener las broncas, y que probablemente cuando llame para pedir un nuevo viaje de regreso éste sea el único coche disponible y tenga que subir sin chocolate, con las flores y la bronca, o una nueva bronca… De todos modos sigo camino a casa, es sábado, es tarde y a lo lejos se escuchan los apurados motores que, como de costumbre, hacen sonar los pibes que salen y recorren estas calles silenciosas, como con ánimos de sentir que sus ruidos son los más fuertes… por suerte, por la cuadra de casa no suelen pasar, a nosotros nos gusta disfrutar de escuchar música (y escucharnos entre música) o de ver alguna película, cuando no nos atrapa algún libro… Apurada por llegar veo, unos metros más adelante, una explosión como de pirotecnia que levanta una nube de polvo, de tierra y dos personas de las que no distingo más que sus siluetas remarcadas por la tenue luz del alumbrado público a estas horas, corriendo en dirección a mi, miro hacia la calle, y detrás del arbusto, que mañana pienso podar, asoma una camioneta chica y oscura de la que provienen los disparos que estoy viendo, que intentan alcanzar a estas personas, que se acercan, siento miedo y siento tu mirada diciendo “sabés que no importaba el ramo” y siento que no te di tiempo para que saludes a Diego y me acompañes y por miedo me tiro al piso, por miedo se desparraman las flores, miedo tonto, miedo que se apodera de mi y no me deja pensar, miedo traicionero que hace que mi cuerpo quede totalmente expuesto a la línea recta de tiros dibujada en el pasto que veía hasta hace un momento… Uno, dos, tres y nada más siento. Dicen que el cuarto tiro la mató.

11 comentarios:

Guillermo Paniaga dijo...

De extrañando(te) hasta acá... qué lo parió!!!

Chechu, la del viejo San Telmo dijo...

=)

Donato dijo...

Qué lindo texto. Me encantó. En especial el título y la frase final. Genial.
Clap, clap.

marcelo dijo...

hola tanto tiempo libriana.
Muy lindo lo que escribiste aunque despues se pone un poco triste, es tuyo todo ese texto? que bueno!!!

So dijo...

Que bueeeno!!!.

Espectacular título, narración. Me encantó!

Besos

Anónimo dijo...

Chechu...¿este escrito estaba en tu corazón, en tus ojos o en ambos lugares?

Germán dijo...

Notable Chechu...
Hermoso título, gran final
Felicitaciones

Germán dijo...

Bueno Ceci, gracias, gracias...
La tristeza, cómo se va? Ni idea... Tal vez en Plaza Dorrego, en elgún rincón que todos miran y nadie ve, haya una clave.
A mí, cuando viene, se me va sola. Convive conmigo... en relativa paz.

Germán dijo...

Pensé que te había dejado un mensaje, pero creo que desapareció...
Gracias Ceci, de verdad...
La tristeza, cómo sacarla? Ni la menor idea...
Te decía (en el anterior mensaje, desaparecido en inacción) que tal vez en algún rinconcito de Plaza Dorrego, de esos que todos miran y nadie ve, haya una clave.
Te dejo un beso.

Sweet carolain dijo...

Muy lindo me gusto, hasta se me pianto un lagrimon desde que me fui, no habia extrañado.
Igual no me esperen, prefiero vivirlo desde aca.

besos serranos, Carolina

Susana Peiró dijo...

Chechu, una noticia , me hizo acordar nuevamente de tu propio artículo...esa magia que tienen los escritores de adelantar cosas.

Aprovecho para dejarte un beso!